Para este 2018 he decidido reactivar un poco el blog y hacerlo de una forma que resulte instructiva y didáctica. Por ello y siempre basándome en mi experiencia o la de personas cercanas, dedicaré una serie de entradas a hablar de la autoedición como opción de publicación. Espero ser útil o cuanto menos entretenido.
Primera parte: Qué es la autoedición.
La
autoedición es ese recurso maldito, muchas veces menospreciado y otras tantas
ninguneado por tratarse de una opción fácil (o al menos eso parece desde fuera)
y que por lo tanto no ofrece demasiada garantía de calidad (aunque otras
opciones tampoco lo hacen) y que en mi experiencia a veces he sentido como un
handycap y otras como una bendición.
Es por
ello que basándome en mi escasa pero a la vez reveladora experiencia después de
tener dos obras autoeditadas en la calle, he querido recopilarla en una serie
de entradas con la intención de que sirvan de ejemplo, información o por qué
no, de guía para autores que quieran probar suerte en este mundillo y no sepan
a qué atenerse. Empiezo, por lo tanto, con un breve resumen de mi experiencia.
Hasta
hace poco mi idea de publicar un libro se limitaba a ese recurso cinematográfico
tan visto en el que un autor algo atormentado lograba terminar una novela que
al ser descubierta por un editor de esos de “vamos a sacar esto adelante, yo confío
en ti” le hacia rico y acababa viviendo en una casita de madera junto a un lago
y cada aparición social que hacia era acosado por sus fans. Y si, eso es muy
bonito y da para muchas tramas pero no suele ser lo habitual.
Puede
que hace algunos años la cosa funcionara de un modo parecido a éste, pero con
la llegada de los ordenadores personales, las impresoras, los programas de
edición de texto y las páginas de internet, el panorama ha cambiado mucho.
Ahora cualquiera puede editar un libro y por lo tanto cualquiera puede montar
un editorial, lo que hace que las nuevas publicaciones florezcan como las
amapolas y que las editoriales de antaño deban seleccionar a sus nuevos autores
basándose en la rentabilidad de éstos antes que en su calidad. Pero de este
tema hablaré en futuras entradas.
Cuando
publiqué mi primer libro, allá por el 2016, lo hice a través de Lulu, una
plataforma que es esencialmente una imprenta online en la que tu envías un
texto, propio o ajeno y ellos te lo convierten a pdf o te lo imprimen sin
preguntarte nada. Gracias a esa página pude ver mi libro en papel en cuestión
de semanas con todos los pros y contras que ello conlleva. Por un lado publiqué
el libro que yo quería sin que nadie me cuestionara, sin tener que esperar valoraciones
externas, sin mas complicaciones que tener que darle al botón de “imprimir” y
sentarme a esperar a que llegaran los ejemplares a mi casa. Por otro lado la
maquetación dejaba mucho que desear, la ortografía no estaba tan pulida como
debería, la ortotipografía era un concepto desconocido para mi y la calidad de
los materiales (papel, portada, tinta…) era la justa y necesaria para poder
llamarlo “libro”. A partir de ahí tiré de redes sociales, presentaciones y
librerías para vender los libros y sentirme, eso es, como un verdadero
escritor. De los de casita en el lago pero sin casita. Ni lago.
Al año
siguiente me puse a trabajar en mi segundo libro. Esta vez, conociendo mejor
este mundillo, pude crear un libro mucho más profesional. Revisé mejor el texto,
corregí errores esenciales cometidos con el anterior (fuente con serifa, rayas
en lugar de guiones, estructura de páginas y párrafos…) y cuando lo tuve
terminado contraté a un dibujante profesional para la portada, una diseñadora
para el exterior y la mejor imprenta para darle un acabado de calidad al libro.
El resultado: Un libro más consistente, con solapas, colorido, a la altura de
cualquier producto sacado de los hornos de las mejores editoriales. Un libro
que pensaba que tendría una repercusión mucho mayor que el primero pero que en
cambio, no acaba de funcionar. ¿Por qué? Porque ni la calidad, ni el acabado,
ni las ganas son suficientes.
Para
que un libro funcione son necesarios muchos factores como (en un orden
aproximado de prioridades) la notoriedad del autor, la publicidad, el impacto
visual del libro y por último la calidad del mismo. Parece extraño y en
cualquier caso injusto, pero así es, las editoriales lo saben y por lo tanto si
no somos famosos de antes, no tendremos publicidad ni una buena edición y por
supuesto, si no vendemos no nos leerán y la calidad de nuestro libro importará
poco. ¿Desalentador? Por supuesto, pero por suerte no está todo perdido.
Teniendo algunos factores en cuenta podemos no solo mejorar nuestras ventas
sino también atenernos a nuestras posibilidades y evitar frustrarnos por haber
aspirado a demasiado. Una casa en el lago, por ejemplo.
En la
próxima entrada hablaré de las editoriales. Las grandes, las pequeñas y qué
esperar de ellas.
Una serie de entradas que me van a interesar mucho. Ahora mismo, las mayores dudas que me surgen es sobre el registro de derechos y las licencias de publicación, pero seguro que descubro mucho más.
ResponderEliminarSupongo que te referirás a los derechos para escribir acerca de material ajeno (relatos ambientados en la Tierra Media o Star Wars, por ejemplo). Para crear material propio no es necesario nada de eso mas allá del ISBN si vas a publicar un libro, sea en papel o digital.
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