miércoles, 14 de febrero de 2018

Pequeña guia de autedición (3): Editoriales de autoedición, primera parte





Hasta ahora hemos hablado de editoriales grandes y pequeñas, de sus diferencias y de su papel en el mundo literario, pero hoy quiero detallar los peligros que se ocultan tras algunas de esas editoriales pequeñas. ¿Y por qué sólo las pequeñas? Porque una editorial grande nunca, nunca nos pedirá dinero por publicar nuestro libro, mientras que la pequeña si. Es por ello que debemos saber dónde va a ir ese dinero que tanto nos ha costado ganar.

Las editoriales son empresas. Lo dije como diez veces en la entrada anterior y debo seguir remarcándolo. Y como empresas que son no van a arriesgar un céntimo por nosotros por mucho que nos digan que nuestro libro es muy bueno, que tenemos mucho talento y que somos un autor de best sellers en potencia. Ni un céntimo. Es por ello que nos pedirán dinero a modo de garantía, para costear la primera impresión del libro y después, según como vayan las ventas, se hablará de una segunda edición, que es como llaman ahora a las reimpresiones. ¿Pero cómo saber que nos cobran lo justo? En primer lugar siempre hay que desconfiar y en segundo, fijarse en algunos elementos clave.

Aquí no publicamos cualquier cosa.
Esta es una frase muy utilizada para dar al autor la sensación de que su libro ha sido revisado y que ha pasado una primera criba cuando suele ser mentira. Como he dicho antes, nos van a cobrar por adelantado así que a esas editoriales les interesará publicarlo todo. Una forma sencilla de comprobarlo es echando un vistazo al catálogo de la editorial. ¿Lleva apenas dos años en funcionamiento y en su catálogo hay cincuenta libros de temáticas dispares? Quizás sea por que realmente no hacen tales selecciones. Las editoriales honestas suelen centrarse en un género en concreto para poder conseguir visibilidad dentro de ciertos sectores y siendo pequeñas no suelen tener la capacidad de editar gran cantidad de libros por lo que si nos encontramos con el caso descrito arriba, habrá que desconfiar.

¡Ya!
Quizás la palabra que más veces he visto en anuncios de editoriales. Todo el mundo sabe que cuando uno termina de escribir su obra, quiere verla en librerías a la semana siguiente. Eso lo saben las editoriales y se afanan en dar unas expectativas de rapidez a veces imposibles. Pero seamos cautos y pensemos con la cabeza fría: ¿Realmente alguien es capaz de cumplir la promesa de revisión de una obra y valoración a las 24 horas de su recepción? ¿Acaso tienen personal suficiente (y dispuesto) a leer TODAS las obras recibidas con carácter de urgencia? ¿Cuánto nos cuesta ese servicio? Y lo mas importante… ¿Realmente vamos a recibir ese servicio? Mi opinión es que no. A mi la palabra “ya” me evoca un buzón de correo electrónico donde se da una respuesta automática y luego, una vez recibido el dinero, se empezará a revisar la obra.

¡Gratis!
Otra palabra que hay que coger con pinzas y mascarilla. ¿He dicho ya qué son las editoriales? Entonces sabremos que las empresas no reglan nada que no hayamos pagado previamente. Corrección, maquetación, diseño de portada… Todo eso son trabajos realizados por profesionales que cobran sus sueldos y no van a regalar su tiempo y esfuerzo. Por lo tanto pueden pasar dos cosas: O bien SI vamos a pagarlo sin darnos cuenta (en el futuro hablaré de esas practicas) o bien NO se van a realizar tales trabajos. Es muy posible que la editorial se limite a pasar el auto corrector de Word, copiapegar el texto en una plantilla de maquetación y sacar una portada de un banco de imágenes de Google. Y todo ello son cosas que podemos hacer nosotros en nuestra casa. Cuando acudimos a una editorial es para tener un acabado más profesional del que nosotros podríamos lograr.
Y así con todo. Marca páginas, carteles, estantes, flyers, tarjetas de visita… Todas esas cosas, por muy gratuitas que nos las anuncien, las vamos a pagar de un modo u otro así que no estaría mal preguntarnos si realmente queremos pagar por ellas.

Anuncio real de una editorial real de la que no he querido reproducir su nombre.

Por supuesto, esto es solo la punta del iceberg, ya que cuando estamos metidos en una de esas editoriales de autoedición (término que ya de por si es una entelequia) vamos a tener que enfrentarnos a muchos otros dilemas que aunque suenen muy bien en nuestros oídos, pueden ocultar pequeñas trampas. Atentos a la próxima entrada.

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