lunes, 19 de marzo de 2018

Sobre cierta estrategia de venta.




Ayer mismo estuve dando un paseo por un conocido centro comercial cuyo nombre no transcribiré aquí por innecesario y como suelo hacer, me pasé por la sección de literatura la cual siempre me hace pensar, especialmente desde que me metí en este “fregao” de autopublicarme.
Al contrario de lo que sucede en una librería convencional en la que los dueños de local deciden qué libros exponen en sus escaparates y estanterías con cierto criterio y subjetividad, en las grandes superficies los libros se encuentran clasificados con “rankings” de los mas vendidos, estanterías de “clásicos” y algunas veces grandes jaulas con libros de “saldo” echados a granel. Pero antes de desgastar la tecla de las comillas, quiero dejar claro que esta entrada no irá sobre la organización de los libros, en la cual no voy a meterme, si no en la forma que han adquirido algunos para publicitarse. Así que seguid adelante porque no podréis dejar de leer esta entrada. ;)

El caso es que mirando los libros expuestos en una sección dedicada a publicaciones de youtubers de éxito (un tema que me apasiona y me da pena por igual), me encontré con una frase que aparecía en muchos de esos libros. “Una novela que te mantendrá enganchado hasta su sorprendente final”, “No podrás despegar los ojos de las páginas hasta que termine” o incluso y atención a esta crítica de un lector “Devoré sus páginas como si fuesen pipas” me hicieron pensar que algo estaba pasando.
Hablé un poco de ello en mi anterior entrada sobre los “spoilers”, pero creo necesario el repetirme un poco: un buen libro es una buena historia. No hay más. Ni menos. Un buen libro es el que se disfruta de principio a fin, capítulo a capítulo y párrafo a párrafo, no el que te tiene esperando el giro sorprendente del final. Ahora mismo me vienen a la cabeza algunos títulos como Cien años de soledad de García Marquez, en el que marqué algunos capítulos para leerlos periódicamente, La balsa de piedra de Saramago que contenía un párrafo magistral hablando sobre la vejez y que leí como diez veces antes de continuar y autores que cuidan cada palabra como Tibor Fischer, mi adorado Boris Vian y muchos otros.

Y es que las palabras no son pipas que devorar, ni un tobogán en el que deslizarse con los ojos cerrados hasta el final, ni por supuesto algo que menospreciar en pos de conseguir mayor numero de ventas con la promesa de una lectura rápida y fácil. O al menos así es como me gusta verlo a mi, quizás por ser un romántico condenado a escribir para minorías o por rechazo a la gran industria literaria que ha perdido el alma en su imparable avance.
Pero cuidado, que no estoy tratando de deciros qué leer. No dudo que entre libros del Rubius, Auronplay o Rebeca Stones puedan esconderse verdaderas joyas, pero no seré yo quien lo compruebe. No mientras traten de llamar mi atención con eso de que voy a devorar las páginas y no podré para de leer compulsivamente. Así no, por favor.

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